Pensamientos desordenados.
Te
has llevado toda la tinta que quedaba en mí. Te has refugiado en mis ausencias
y has hecho de ellas tu hogar. No me has dejado ningún silencio al que acudir cuando
mi niña Triste necesita llorar. Te has quedado con lo poco que quedaba de mi
pasado y te has convertido tú en él.
Déjame,
te dije una vez, y fui yo quien no supe dejar. Quien se anudo su muñeca a la
tuya y decidió caminar junto a ti, mientras me ibas comiendo las ilusiones. No
he sabido desatar tus besos de mi piel, o más bien, no he querido; necesito sobrevivir a tu huida y sólo ellos saben hacerme un poco más cómodo
este desastre.
Llámame
cuando te encuentres mi corazón en la cama de quien hiciste de su muslo el
puerto donde atracar cuando mis ojeras reclamaban tus caricias. Te he querido
con los ojos cerrados porque me negaba a ver que tú eras mi asesino. No quería
admitir que quien le dio alas a mis mariposas fue el mismo que se las cortó.
Me
he quedado a jugar con mis demonios, ya no me importa que me coman por dentro;
has sembrado indiferencia dentro de mí. Y ya no me importa no sentir. Me has
arrancando las ganas de cuajo hasta que mis heridas se han revuelto. Ellas
sangran y yo las miro, el dolor sigue recorriendo mi cuerpo, pero cuando te
acostumbras a él sólo se convierte en un cosquilleo permanente.
Soy
las cenizas de aquellos recuerdos que tú quisiste destruir. Soy aquella melodía
que ya nadie escucha pero que todos conocen. Soy la parada del bus abandonada
de una ciudad sin nombre. Soy aquel verso que dejaste olvidado en la mesilla de
aquella chica de ojos azules. Soy el baúl desastre de una vida que nadie quiere
vivir.
Tú ya no me quieres y yo ya no sé qué
es querer.
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