No fue para tanto.
El
invierno llama y nadie contesta.
(Ella).
Me
he quedado para ver cómo te vas sin dudar. Como te agarras el corazón mientras
me dices que lo nuestro ha acabado. Me he quedado para observar cómo te anudas
los cordones de tus zapatillas antes de salir corriendo a otra estación.
Me
he quedado sin un trozo más de corazón. Me he arrancado cada una de las
cicatrices que me curaste y las heridas han vuelto a sangrar; lo nuestro ha
acabado para ti, yo aún sigo con el libro de nuestra historia abierto encima de
la mesa.
Me
he quedado a recoger los trozos de una vida que nunca se vivirá. He deshojado
las margaritas que nunca nos verán querernos ni sabrán a qué sabe la primavera
cuando crecen llenas de amor. Los cuadros han caído por su propio dolor y yo,
acongojada, sólo he sido capaz de darle el pésame en silencio.
Me he quedado para llorarle a una
oscuridad que se cierne sobre mis –nuestros- sueños. No he sido capaz de
cerrar la puerta a nuestro hogar; no soy capaz de creer que nunca más la
cruzarás.
Un
corazón late despacio, cediéndole parte de su asiento a una Primavera menos
desastrosa.
(Él).
Me
he ido para desconocer todas tus certezas. Me he ido con la Tristeza en la boca
y el miedo en cada rincón de mi cuerpo. Te he dejado los recuerdos sobre la
mesilla de noche por si, algún día, decides vivirnos en tu mente.
He
recogido cada sonrisa que te cedí pero todas las lágrimas que te regalé siguen
encima de tu –nuestra- cama. No te preocupes por las heridas que se
abren por tu piel, ya les he advertido que no pueden doler mucho porque ha sido
culpa mía este desastre.
Me
he ido con menos valentía y más ojeras en las que anidar la incertidumbre. Le
he dado la mano a otra muchacha con un abismo menos profundo que el tuyo; ella
no duele tanto como tú.
Te
he dejado los últimos bocetos de la vida que nunca tendremos. De aquellas
promesas que nunca podré cumplir. Te he dejado parte mía en ti pero tus trozos
están en algún cajón de algún mueble; nunca fuiste mía, lo sé.
Me
he ido agarrándome el corazón. Ahogándome en mi propio veneno por hacerte daño;
por hacérmelo a mí mismo. Me he ido mientras me lamía las heridas otra muchacha
con una sonrisa menos tormentosa que la tuya; ella no tiene tantas dudas ni
tanta Tristeza.
Nunca fui para ti.
Nunca fuiste para mí.
Por eso nunca fui
capaz de cerrar la brecha que habita en tu caja torácica.
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