Las caricias que se recuerdan también desgarran.
Ha
llovido; tanto dentro como fuera. Ha relampagueado demasiado en los últimos días
y la ciudad se ha vuelto más peligrosa que nunca. Solo hay reproches paseando
por sus calles, miedos que persiguen a los recuerdos y una vida pasada que
interrumpe el incómodo silencio, incitado por un dolor que desgarra sonrisas.
Los
pañuelos rojo que adornan todas las puertas, son la bandera de una guerra nunca
declarada. Ya no existe el color blanco para una ciudad que mató a todos sus
ciudadanos, a base de verdades calladas.
La
lluvia ha conseguido interrumpir la calma, conquistar todos aquellos rincones
donde un amor –nunca querido- ponía resistencia a convertirse en verdugo. Aquellas flores que presumían de una eterna
belleza, ahora se retuercen mientras mueren, recordando los días en los que un
arco iris ficticio adornaba el cielo.
Ha
llovido; más por dentro que por fuera, porque aún hay lagrimas que se
convierten en sollozos ahogados, aún hay espinas que torturan pieles y
costillas fracturadas, testigos de un dolor que se ha apoderado de una sonrisa
rota.
Ha llovido. La paz ya no
existe para una ciudad en ruinas.
Una
ciudad que ha acabado por comerse a sí misma y atragantarse con sus propias
historias, renunciando a cualquiera que viniese con la intención de
reconstruirla.
Supongo que hablar de ciudades es una de mis debilidades y por eso el primer corazón. El segundo por la foto del dibujo, ¿es tuya? ♥-♥
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