Volvemos a ser...nada.
Hemos
vuelto,
A
ser nada, digo.
Nunca hubo un
cartelito, una luz de neón, una ráfaga de viento que me apartase el cabello de la
cara para ver cómo, poco a poco, se estaba yendo. Nunca hubo un cambio en su tono de voz ni un
beso menos sonoro que los otros. Nunca hubo una mirada vacía, triste, que
advirtiese de una despedida inesperada. Nunca hubo nada o no lo supe ver porque
me pasaba medio tiempo dándole la espalda, con la sonrisa tonta y reteniendo
las ganas de escribirle hasta el amanecer.
Y sin embargo, un día sin número sin nombre sin nada que
hiciese presagiar que lo nuestro había llegado a su fin – o quiso él que así fuese-
empezó hacer la maleta, sin yo saberlo. A derribar lo que nosotros llamábamos
nuestro hogar, a poner fronteras
entre mi costado y su mano, a sacar al miedo de su escondite y pintar de negro
mi sonrisa.
No sé cuál fue el
momento en el que me atreví a mirarle a los ojos, cuándo me di cuenta que su piel era más morena que antes, que la
decepción se dibujaba en su rostro, acompañado de un dolor desconocido para mí.
Pude ver como se rompía en pedazos y a
su misma vez, yo también lo hacía; volvíamos a ser dos desastres.
A partir de ese día, ya
nunca más supe leerlo entrelíneas, desconocí totalmente su tinta, los leones
que solía dibujar en mi muslo y las ganas que siempre tenía entre beso y
sonrisa. Dejé de acariciar su corazón y empecé a arrancarme los miedos a mordiscos.
Escondí a mis monstruos
bajo mis ojeras mientras veía como cerraba la puerta, despacio, supongo que
intentando disminuir mi dolor. Supe que nunca volvería, cuando dejo las llaves
de mi vida en la mesilla de noche, cuando me cedió los derechos de nuestra
canción. El amor no fue suficiente o fui yo, quien dejo que las ruinas cobrasen
protagonismo en nuestra historia.
Nunca supe por qué
se había ido y tampoco espero una respuesta, a veces, el tiempo, el mar que
revuelve demasiado los sentimientos o la lluvia que los esconden o a veces somos
nosotros y nos negamos a aceptarlo.
Volvemos a ser dibujante y escritora,
Volvemos a querer más a las musas y a las heridas
Y a cuidar de la ausencia que se quedo entre nuestra
comisuras.
pd: No te echo de menos.
Siempre nos preguntamos por qué pero no siempre somos lo suficientemente valientes como para formular esa pregunta porque tememos la respuesta. Una respuesta que por otra parte necesitamos para calmar a nuestros demonios...
ResponderEliminarun besoo!
"Dejé de acariciar su corazón y empecé a arrancarme los miedos a mordiscos" Me ha llegado esa frase, has conseguido transmitirme y es algo que no todo el mundo sabe hacer. Un texto magnífico, para variar. Un besito grande :)
ResponderEliminarEs triste, pero muy bonito..
ResponderEliminar¿cómo estás?
Un abrazo muy fuerte, te espero:)